Nota e prensa que salio publicada en el peridico Página Siete
en la revista Miradas el día domingo 26 de Noviembre de 2017 en la seccion tendencias en la página 4
Quien es la víctima de este castigo emocional puede desarrollar sentimientos de depresión y ansiedad.
Bitia Vargas La Paz
Dentro de los procesos de la comunicación humana hay tres factores que afectan de manera positiva y negativa en el ser humano: la confirmación, el rechazo y la desconfirmación. La confirmación es positiva en tanto ratifique aquello que promueve el fortalecimiento de la autoestima en la persona que escucha el mensaje. Confirmamos diariamente a nuestros hijos, amigos y familiares cuando elogiamos sus logros y cuando aceptamos sus diferencias.
Cada vez que confirmamos a alguien de nuestro entorno les estamos transmitiendo el mensaje: estoy de acuerdo en como tú te ves.
Si, por ejemplo, nuestro hijo se siente como un artista cada vez que dibuja y nosotros como adultos se lo manifestamos a través de las palabras: “tu dibujo es maravilloso, estas hecho todo un artista”, estamos reforzando su motivación por el dibujo y sus ganas de mejorar.
Lo mismo sucede cuando rechazamos, por ejemplo, una condición positiva que la otra persona cree de sí misma. Si un niño cree que es bueno pero su entorno próximo se esfuerza por comunicarle lo contrario: “eres un mal niño; eres poco inteligente, no haces bien las cosas”, el pequeño empezará a creer que realmente lo es, y para confirmar dicha etiqueta, él tendrá que hacer todo lo que hace un niño malo: portarse mal, ser irrespetuoso. No es de extrañar, por lo tanto, que mientras más cosas negativas le digamos a alguien, más acciones negativas hará éste.
Sin embargo, el rechazo se convierte en algo positivo, cuando lo que se rechaza es algo negativo que la persona cree de sí misma: “soy un perdedor”, “no, no lo eres, solo te has equivocado”.
Por su parte, la desconfirmación es un proceso comunicacional que puede llevar a desarrollar patologías graves en las personas.
Cuando desconfirmamos, lo que en realidad le estamos transmitiendo a una persona es: “tú no existes para mí, no eres nadie para mí”.
De manera similar, cuando actuamos con indiferencia hacia un tercero afectamos directamente en su autoestima porque le estamos diciendo que nunca será suficiente para nadie y que su existencia no es válida para las personas que más le importan. Por lo tanto, no hay peor daño para un niño que el hecho de que sus padres lo ignoren por completo.
Lo más crítico del hecho de ignorar, desconfirmar, negar y anular es que los seres humanos nos hemos inventado diversas maneras de utilizarlo como castigo, sin medir las consecuencias que esto trae. La famosa ley del hielo es un ejemplo claro de ello. Esta ley significa en palabras sencillas hacer de cuenta que el otro no existe.
Quien es la víctima de este castigo emocional puede desarrollar sentimientos y condiciones asociados a la depresión y ansiedad: tristeza, angustia, estrés, pérdida de control, que a la larga terminan mellando la salud mental de este individuo.
Estudios demuestran también que el sistema inmune se ve afectado por las altas dosis de estrés que crea esta situación, haciéndonos más propensos a enfermarnos.
No podemos culpar enteramente a los niños, adolescentes y jóvenes que aplican esta forma de violencia, porque la gran mayoría de estas conductas devienen de la familia, cuando a la madre o al padre se le ocurre no hablarle a su hija para castigarla.
Lo que ahora debemos comprender como personas es que este tipo de soluciones violentas, en las que no hay gritos ni golpes, en realidad no resuelven nada y complejizan todo a la larga.
Y que la capacidad de expresarnos, consultar, negociar, reflexionar y ser asertivos, son habilidades que generarán más efectos positivos en los demás y en nosotros mismos, al promover la resolución de conflictos de una manera positiva en la que no se ponga en peligro nuestra salud mental ni la del otro.