Nota de prensa publicada en el periodico Pagina Siete el dia 13 de Agosto de 2017 en la revista Miradas en la pagina 4
Si no hay un compromiso para priorizar el hogar, corremos el riesgo de ocasionar alejamiento emocional.
Aunque cada matrimonio es un mundo y cada pareja crea diferentes estrategias, habilidades y secretos para garantizar el funcionamiento de su familia como un sistema vivo, existen factores que son determinantes para saber mantener un buen matrimonio: el compromiso, la definición precisa de roles y funciones y la negociación de las relaciones.
El compromiso está asociado con nuestras prioridades en la vida. Cuando estamos comprometidos, por ejemplo, con nuestro trabajo, nos empeñamos porque todo salga bien, trabajamos horas extra, nos desvivimos, nos podemos la camiseta de nuestra institución, porque nuestro trabajo se ha convertido en nuestra prioridad.
Lo mismo sucede cuando nos comprometemos con nuestra pareja. Ello significa darle la prioridad de tiempo y de espacio en nuestra vida, al igual que a nuestros hijos que forman parte de nuestra familia.
Si no hacemos un compromiso real que signifique priorizar nuestro hogar, corremos el riesgo de ocasionar alejamiento emocional, y desinterés en nuestra pareja, y alejamiento comunicacional con nuestros hijos, lo que podría llevar a la larga a la desintegración del sistema familiar o desgaste del mismo. Por lo tanto, el compromiso es imprescindible como motor de una relación.
El compromiso es y será siempre no abandonar el barco aunque las tormentas sean muy fuertes, y agotar todos los medios habidos y por haber para que éste no se hunda.
Cuando una pareja entiende este concepto, comprenderá que si bien existen problemas como en toda relación, su deber será el de encontrar las soluciones para preservar la unión. Obviamente, siempre y cuando el respeto permanezca íntegro en el relacionamiento.
La definición de los roles y funciones es otro factor importante dentro de una matrimonio.
Esta definición debe ser ante todo equilibrada, sin cometer el error de delegar sólo a uno de los miembros de la pareja todas las funciones domésticas en tanto a su género. Lo que ocurre mayormente con algunas mujeres, quienes que se hacen cargo solas de los cuidados del bebé cuando estos son recién nacidos.
Tampoco se debe dar el poder de decisión a una o uno solo. Las decisiones deben ser consensuadas a través de un proceso de consulta que incluya a todos los miembros del hogar, sean éstos grandes o pequeños.
Cuando una pareja se une, cuando empieza a formar su hogar es importante y hasta vital que los miembros se reúnan para definir funciones en el hogar, para tomar grandes decisiones, para establecer ciertos horarios, y es mejor clarificarlos o escribirlos, porque ello ayudará mucho a dilucidar el rumbo que caminará la pareja.
Y cuando hablamos de negociar las relaciones, nos referimos a saber consensuar aquellos momentos de acercamiento e intimidad que toda pareja debe fortalecer y no olvidar.
Negociar las relaciones, sentimentales y sexuales, son aspectos que muchas veces relegamos, ya sea porque el trabajo y el caos en el que actualmente vivimos terminan agotándonos, o porque sencillamente creemos que como es tan natural, no necesitamos priorizarlo ni ejercitarlo.
Debemos aprender a crear espacios para la intimidad con nuestra pareja. Para estar a solas con ella, para descubrir y redescubrir por qué la amamos y por qué la elegimos.
También es importante innovar nuestros encuentros sexuales, ser creativos y respetuosos, quizá curiosos, quizá aprendices. Aprender a hablar abiertamente sobre la sexualidad y sensualidad con la pareja, sobre lo que nos gusta, sobre nuestros deseos, sobre nuestras inquietudes.
No olvidemos que la gran mayoría de los problemas comienzan cuando obviamos esa parte, cuando la descuidamos, sobre todo cuando dejamos de comunicarnos por vergüenza, por desconfianza o por cultura, llevándonos a la insatisfacción, después al alejamiento y finalmente a una posible ruptura del vínculo.